6 dic 2009

De discotecas va la cosa...

Inspirada por el bueno de Yaru con su monólogo anterior procederé a narrar lo que fue mi primera (y si todo va como hasta ahora) última visita a una “discoteca”.
Primero los coches, organizar una cuadrilla de adolescentes en el mínimo número de coches posibles para poder llegar al sitio en cuestión. Hasta el último momento siempre hay dudas con lo que llamaremos “Sujeto X” o, en otras palabras, la colgada (o colgadas) que no cae bien a nadie del grupo y que no acabas de entender quien la ha invitado y como se ha enterado de que ibamos pero que se apunta a la fiesta igualmente. Inocente de mí me tocó en el coche con el Sujeto X. He de decir que fue toda una experiencia. No es que se vista para salir de fiesta, es que se arregla de comunión para salir una noche. Bien, una vez superado el viaje y encontrar el sitio procedimos a entrar. El antro era… ¿como decirlo? Claustrofóbico como poco. Cuatro paredes de una nave industrial casi abandonada y en el fondo una especie de tarima que parece un escenario donde se suben los sujetos más experimentados a salir por la noche o los que van más calientes por abreviar.
Los guardarropas son todo un mundo, pero como donde fui no había no hablaré de ellos. Procedemos a la iluminación: Cuatro luces que roban de las atracciones de la fiesta mayor del pueblo en verano y una luz que parece la de un flash que se enciende y se apaga a intervalos cortos. Lo que, gracias a Smonka llamaré “Las luces de la epilepsia”.
Con tus amigas procedes a bailar, la Sujeto X describe un movimiento uniforme, se va para un lado, se va para otro, mueve la cabeza y te mira con carita de “Mira! Bailo!” A lo que respondes con la típica sonrisa de “Necesito ir al baño”.
Observemos a la sujeto “Busca Rollos” Sus movimientos de brazos y su manera de bailar se parecen a los de tu madre imitando a tu abuela bailar. Levanta los brazos de tal manera que procuras evitar mirarlos porque debajo del sobaco puedes encontrar una sorpresa no muy agradable. Asiente todo el rato con la cabeza con los labios contorsionados en lo que parece un beso, así va calentando. Sus movimientos de cuerpo abarcan un espacio superior al que tiene para intentar chocar con todo aquel que pasa por detrás e intentar establecer una conversación.
Las otras dos con las que estaba eran mis mejores amigas, con quienes traté de juntarme toda la noche y evitar a los elementos que nos seguían.
Ahora a la mejor parte: El alcohol. Como menores de edad lo tenemos algo complicado aunque siempre te encuentras algún conocido mayor que te consigue las bebidas. Procedes a beber la mezcla de alcohol y Fanta del todo a cien tan apreciada por tus compañeros. No acaba de estar mal del todo aunque, desgraciadamente, no surge ningún efecto en mí.
Bailamos y los patrones de los Sujetos X y Busca Rollos se repitieron. Voy con mi amiga
-Tu, estas luces me marean. Salgamos fuera
-Okei.
Salimos. Los sujetos X y Busca Rollos nos siguen. La otra amiga esta desaparecida. Nos sentamos en un pequeño desnivel para descansar los pies. Una conversación incómoda y algo forzada hasta que hay silencio y se nos acerca una rubia…
Esta situación juro que es real y puedo dar testimonio que me ocurrió.
Rubia- Tenéis dos euros?
Amiga- No
Yo- No
S. X- No
S. Busca Rollos (BR)- No
Rubia- zorras asquerosas hijas de puta (…)
Se notaba el alcohol en su manera de hablar. Por suerte teníamos una ventaja, estábamos sentadas encima de un pequeño montículo cubierto con hierba mojada y resbaladiza y ella, a penas se mantenía en pie y llevaba tacones enormes.
Rubia- Asquerosas perras subnormales
Procede a irse, y yo que tengo una manía en tener la última palabra suelto en el tono más inocente y jovial que puedo:
-Vale!
A lo que la rubia procede a insultarnos otra vez e intenta encararnos. Hace intentos de subir el montículo pero los tacones y la cogorza se lo impiden así que procede a irse.
Mi amiga me hizo dar cuenta de un dato curioso: Sujetaba el paquete de tabaco al rebes, de tal manera que todos los cigarrillos le habían volado mientras gesticulaba cuando nos insultaba.
Finalmente se fue y se acercó a otro grupo de chicas, con estas hubo algo de pelea pero unos amables chicos las separaron. No volví a ver a la Rubia y tampoco se si encontró alguien que le prestara dos euros.
Entramos, bailamos y se hace hora de irse.
¡Por Fin!
Los pies me mataban y las luces me habían derretido el cerebro. Nos juntamos las del coche y la “huésped” procedió a llamar a sus padres. Mientras esperamos el coche nos encontramos con la amiga desaparecida y nos cuenta riéndose como ayudó a un conocido borracho a contar árboles.
El coche llegó, nos fuimos y cerré los ojos.
Aún no he vuelto a pisar ninguna discoteca.
Próximamente y si me viene la tan preciada inspiración hablaré un poco más sobre los sujetos X y Busca Rollo.

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