6 may 2010

Monólogo: Buscar trabajo

Esta mañana, cuando me he puesto a escribir, tenia un monólogo magnifico. Un monólogo repleto de ingeniosa ironía y acertados chistes, un monólogo de esos que hacen que el mundo sea un lugar mejor durante el instante que tardas en leerlo. Pero cuando me disponía a publicarlo, he caído en la cuenta de que robar esta mal (o eso dicen). Así que he borrado el monólogo, he cerrado la pagina del Club de la Comedia de donde lo había sacado, y me he puesto a pensar, algo que no hago muy a menudo, buscando un tema de actualidad, un tema que pudiese interesar a la gente. A los tres minutos me he cansado, he abierto el Google News, y como la primera noticia que salia hablaba sobre el paro, pues de eso voy a hablar yo también, de un tema tan difícil como controvertido. Hablemos de buscar trabajo.
Todo empieza un día como otro cualquiera (que monótonos son los días, todos con 24 horas… ya podrían inventar alguno con 25 o 26), cuando te despiertas, te aseas, llamas a tu madre para que te ate las cordoneras de los zapatos… y mientras te sirve tu vasito de leche con Cola-Cao… uy, perdón. No quería hacer publicidad. Vuelvo a empezar: mientras te sirve tu vasito de leche con ese extraño polvo que da un sabor chocolateado a la leche y tus galletas de ositos, de repente te dice
-Hijo, creo que es hora de que te busques un trabajo.
Ahí lo normal es que te atragantes. Normal: tu rutina hasta ahora consistía en desayunar y sentarte delante de la tele a ver Doraemon, y ahora de repente tu madre te dice que te busques un trabajo.
-Mama… pero si soy joven todavía, estoy en la flor de la vida, me quedan tantas cosas que vivir, tantas cosas por ver, tantas chicas a las que besar, tantas ostias que recibir… todavía no tengo edad para trabajar. ¡Te puedo denunciar por explotación infantil!
Y cuando piensas que una amenaza de ese calibre asustara a tu madre (por que ninguna madre quiere que piensen que explota a su hijo. Esta muy mal visto hoy en día hacer que los niños exploten. Ahora solo se acepta entre las familias de los fabricantes de dinamita) y te deja terminar de desayunar, te suelta:
-Hijo mio… voy a revelarte un secreto inconfesable. Tienes 35 años.
¿Y que? ¿Desde cuanto con 35 años no se es pequeño aun? Que miren la constitución, que ahí tiene que poner algo.
Pero nada, como ninguno de tus argumentos (“¡Que no quiero trabajar! ¡No quiero, no quiero, no quiero, no quiero! ¡Pues me hago caca encima!”) parece convencer a tu madre (lo deduces por que te llama cosas como “Parásito”), decides salir a buscar trabajo. Así que te pones tu chaqueta de Hannah Montana, tu corbata de Winnie the Pooh, y sales en busca de trabajo. Miento: sales, y vuelves a entrar para preguntarle a tu madre si te acompaña, no vaya a ser que haya por ahí un señor malo que reparte caramelos con droga. Pero como no quiere acompañarte, pues te vas sólito Ya te echara de menos, ya. A ver a quien le cuenta cuentos ahora por las noches, por que tu estarás trabajando.
Una vez has salido, te encuentras solo y desorientado, sin saber a donde ir. Es como un niño en su primer día de colegio: lo han dejado ahí en la puerta, y solo hay gente mirándolo con cara de “Pobrecito, esta sólito”. Pero como la historia no la escribieron los cobardes, decides entrar en el primer lugar que pillas en busca de trabajo, por ejemplo, un banco. Entras, con tu mirada de triunfador semi tapada por tu gorrita de Doraemon que tu madre te ha puesto para que no pases calor, y a la primera persona que te hace caso, le dices
-¡Quiero trabajo!
A lo que te responden:
-“Por favor, introduzca su tarjeta y teclee su código secreto.”
Mierda, es el cajero automático Nada, no pasa nada, te despides del cajero con un “Buenos días, don maquina.” y, aun con pose victoriosa, te giras y vuelves a anunciar tus intenciones:
-¡Quiero trabajo!
-“Su tabaco, gracias. Que pase un buen día”
Mierda, la maquina del tabaco. Bueno, ya que estas ahí aprovechas y compras, que no te queda.
Viendo que en el banco no estas teniendo suerte, decides probar en otro sitio. Sales del banco, y te fijas que enfrente hay una hamburguesería. Un buen trabajo, si señor, es cómodo, ayudas a gente, y te dan una gorrita muy mona. Así que entras, triunfante nuevamente, te encaras a la primera persona que pillas, y ahí vas otra vez
-¡Quiero trabajo!
Esta vez no obtienes respuesta. “No pasa nada, no me habrá oído” te dices. Así que vuelves a intentarlo
-¡Quiero trabajo!
La respuesta vuelve a ser nula, pero tu no te desanimas. Sigues intentándolo como media hora, hasta que un buen hombre que pasaba por ahí se apiada de ti y se le acerca
-Oiga… le esta hablando al póster de los juguetes que regalan con el menú infantil.
-Ay va… ya decía yo que el dueño de la hamburguesería se parecía demasiado a Pikachu… al final va a ser verdad eso de que necesito gafas.
Aun sin desanimarte del todo, te acercas al mostrador, y vuelves a intentarlo.
-¡Quiero un Pikachu! Uy, eso no era… ¡Quiero trabajo!
A lo que la sagaz dependienta contesta…
-¿Con patatas?
Ahí ya te deprimes del todo, se te viene el mundo encima. Así que pides un menú infantil para llevar, y te vas a casa a llorar mientras juegas con la figurita de Pikachu y tu madre se plantea independizarse. ¡Buenas noches!

No hay comentarios:

Publicar un comentario